domingo, 18 de enero de 2015

Otra vez es lunes y Tarta Rueda F1


"Hoy es lunes”. Tres palabras que engloban multitud de comentarios, miradas y alguna que otra ojera; y que se repite semana tras semana cuando llego a la oficina. No es un día sencillo; mi amigo el despertador me recuerda que toca madrugón, al levantarme me tropiezo con las zapatillas y se me olvida encender la cafetera a tiempo, cosa que conlleva un retraso en la secuencia de tareas perfectamente parametrizadas y que me permiten arañar unos minutos de sueño reparador. Al salir de casa, todavía es noche cerrada, el frío me atenaza y me hace añorar cada minuto que he estado en la cama… Por si esto fuera poco, al llegar a la oficina las caras de mis compañeros denotan sentimientos parecidos acerca del día se avecina y la semana completa de trabajo. “¿Qué tal estas?” pregunto a una amiga en el pasillo. “Buff, de lunes; ya sabes…” contesta ella con ojillos soñolientos. “Con lo calentito que estaba yo en la cama”, añade otro mientras acaricia el vasito de plástico humeante recién salido de la máquina de café. Para echar una mano a todos esos a los que nos cuesta sobrellevar este día tan complicado, os traigo un post con una tarta muy divertida y un pequeño homenaje. 




No sé si alguna vez he escrito sobre mis amigos en mis post. En caso negativo, creo que ya va siendo hora de enmendar este error y dedicar unas líneas a “Mi Manada”. Seguro que alguien se pregunta de  dónde ha salido ese nombre un tanto estrafalario con el que describo a mi pandilla de amigos. Pues bien, el término “Manada” nació una tarde de reflexión, cuando intentaba escribir el discurso de la boda de mi mejor amiga. 
Mi mente se esforzaba en describir todos los sentimientos y experticias que acompañan a toda una vida juntas, cosa bastante complicada si tienes que resumir casi treinta años de relación en unas pocas líneas. Allí estaba yo, recordando tiempo “mozos”, cuando llevábamos chándal, coleta y los chicos no nos interesaban en absoluto. Y de repente caí en la cuenta de que la relación de mi mejor amiga con su actual marido me había traído algo nuevo, algo muy importante y que definitivamente había cambiado mi vida. 
 
Se trata del grupo de amigos, que a raíz de su relación, hemos formado y que en pocos años nos he convertido en una gran familia. Comencé a reflexionar sobre cada uno de ellos, sobre lo diferentes que somos y sobre que son esas diferencias las que nos unen y hacen de nosotros algo único. En ese momento vino a mi mente una imagen, algo grotesca pero que encajaba perfectamente con lo que somos en conjunto. Seguro que a todos os suena la película de Disney Ice Age, en la que un grupo de animales prehistóricos muy diferentes y por naturaleza rivales o enemigos, ven sus vidas entremezcladas y poco a poco van formado un grupo sólido, una gran piña que se desenvuelve sin problemas y que les permite enfrentarse a un sinfín de aventuras. 
En ellos nos vi reflejados, un grupo compuesto por personalidades variopintas, caracteres muchas veces contrapuestos, pero unidos en los momentos más importantes. Esta es “Mi Manada”, mis compañeros de aventuras, quienes me animan a perseguir mis ilusiones y me apoyan en los momentos duros.

Otro día os presentaré a cada miembro del clan, pero hoy me voy a centrar en mi amigo Javi. Si echamos la vista atrás, creo que la primera conversación larga que tuve con Javi fue hace poco más de un año, en una casa rural de Ezcaray y jugando una partida al “Apalabrados”. Imaginaros lo profunda que pudo ser dicha conversación… “Creo que has contados dos veces ese doble-tanto-de-palabra” o “Me parece que ese término no aparece en el diccionario de la RAE”. No hacía mucho que nos conocíamos y ninguno de los dos tenía la confianza para avanzar algo en una conversación seria. Poco a poco esa situación ha ido cambiando, al comienzo con una mirada divertida y franca como respuesta a una broma, otras veces con un simple asentimiento en una situación complicada, un “sabes que te entiendo” en el fondo de la mirada… y después de varios meses se ha convertido en alguien cercano, sincero, que sabe escuchar cuando hace falta y que siempre tiene buenas palabras para animar a un amigo. 



Una gran persona a la que, además, le encantan mis dulces. Por esta razón, y de ahí mi post de esta semana, voy a contaros un encargo muy especial que me hizo para celebrar su cumpleaños. 
Como gran aficionado del mundo de la automoción, me pidió que le hiciera dos tartas con forma de neumático de Fórmula 1. Sí, he dicho ¡DOS TARTAS CON FORMA DE RUEDA! En ese momento pasaron por mi cabeza frases como “a mí me daban dos”, “dos es mejor que uno”, “¿por qué fabricar uno si por poco más hacemos dos?” Menuda tarea la mía… Dos tartas-rueda, para 9 personas cada una, diferentes en su interior y por supuesto con plazo de entrega el mismo día. Aunque el trabajo se planteaba largo y laborioso, que el encargo vinera de un amigo era un gran incentivo, a la par de un imponente desafío, ya que la posibilidad de no dar la talla pesaba bastante.
Intente dejar a una lado a mi mente retorcida y preocupada por no conseguir una rueda perfecta, y me puse manos a la obra. 


 El bizcocho fue sencillo, bastó con hacer bases básicas de bizcocho de yogur con una buena dosis de pasta de vainilla, para conseguir un resultado muy jugoso y un sabor realmente rico. Creo que es muy importante no descuidar la elaboración de la base, ya que aunque nos pidan las formas más estrafalarias y los diseños más divertidos, no podemos olvidar que estamos haciendo una tarta, donde el sabor y la textura deben primar por encima de todo. ¿De qué nos vale un dulce precioso si a la hora de comerlo el bizcocho resulta seco o los rellenos no tienen el sabor apropiado?
En mi caso, las bases las hago siempre de bizcocho de yogur, aromatizado con vainilla, ralladuras de cítricos o cacao puro. Para garantizar que conseguimos un resultado muy jugoso, os recomiendo aplicar siempre una pequeña cantidad de almíbar a la hora de montar la tarta. De esta forma tendremos un resultado esponjoso y que no se resecará de un día para el siguiente.
A continuación me puse manos a la obra con los rellenos. En esta ocasión Javi escogió mermelada de fresa para una de las tartas y nata montada para la otra. ¿No os parece una elección fantástica? Muchas veces nos perdemos en sabores complicados, elaborando cosas como crema de mantequilla con aroma de frutos rojos al café, frosting de merengue suizo con aroma de té matcha, espuma de caramelo con un toque de sal… No me interpretéis mal, dichos rellenos resultan deliciosos, pero creo que tendemos a olvidar los sabores más básicos, esos que están presentes en la repostería española tradicional y que resultan siempre un acierto. En este caso, opino que Javi hizo una elección perfecta!

Como cobertura hice una crema de chocolate con leche que teñí de color negro y con la que cubrí las tartas. Siempre aplico varias capas, para que la crema adquiera un buen espesor y el sabor a chocolate no pierda el protagonismo que tiene en todos mis postres. A la hora de cubrir, evité un alisado perfecto de la superficie, de esta forma conseguí simular el aspecto “gastado” que tienen los neumáticos. Por último, pero no menos importante, coloqué unas decoraciones de fondant blanco y verde, que dieron la apariencia definitiva a mis tartas-rueda F1. 

 

Ni que decir tiene que Javi quedó encantado con sus tartas, y me consta que sus invitados dieron buena cuenta de ellas.
Bueno, espero que estas líneas os hayan permitido evadiros un raro de la cruda realidad que suponen los lunes por la mañana. En caso de que un remedio más fuerte sea necesario, yo siempre recomiendo ponerse el delantal, sacar los aparejos de repostería y hacer unas buenas magdalenas de chocolate. Aseguro felicidad absoluta!!! 

Feliz semana :)


P.D. Este post está dedicado a toda Mi Manada y especialmente a ti, Javi, para que sepas lo feliz que me hizo tu encargo, lo que disfruté elaborándolo y lo que me emocionó ver tu cara al contemplar las tartas recién terminadas. No puedo más que darte las gracias y pedirte que no cambies.


jueves, 1 de enero de 2015

Un reto divertido… “La Bata-Tarta”


Hoy me he despertado y, por primera vez en mucho tiempo, no ha sido debido al estridente pitido del despertador. He escuchado unas campanadas en la lejanía; su agudo repiqueteo me ha arrullado mientras agradables rayos de luz entraban delicadamente por las ranuras de la persiana. ¡Qué maravilla de despertar! Me acurruco entre las gruesas mantas mientras las mismas campanadas me recuerdan que no estoy en Zaragoza, no es necesario  salir disparada de la cama y por supuesto hoy no tengo que ir a trabajar. Efectivamente, hoy es mi primer día de vacaciones navideñas y diez horas de sueño reparador me hacen despertar con una sonrisa.
Me escurro entre las mantas y observo que el silencio todavía es dueño y señor de la casa. Es el momento perfecto para despertar al portátil y dedicar un rato a escribir… el silencio solo es roto por el cadente sonido de las teclas al ser acariciadas y mis pensamientos vuelan, a su aire, por cada rincón de la casa.



Hoy os traigo un reto pastelero muy divertido, a la par que difícil, y en forma de tarta. Hace unas semanas mi compañero Gonzalo volvió a retarme con un encargo un tanto especial y muy importante. ¡Gran responsabilidad la mía! Por una parte no soy capaz de decir “no” a un reto como aquel, pero por otro lado dicho encargo era para celebrar el cumpleaños de su madre, por lo que debía quedar perfecto y agradar a la Matriarca de la Familia.

Finalmente acepté y comencé a diseñar una tarta en forma de bata, pero no una bata cualquiera, se trataba de una bata de farmacéutica. Tras barajar las diferentes posibilidades y diseños, me decanté por algo sencillo, con los elementos básicos distintivos del mundillo farmacéutico pero si abusar de la decoración ni el fondant. 


Como base elaboré dos bizcochos de chocolate y uno de vainilla con naranja, ambos rectangulares para facilitar el modelado de la “bata-tarta”. Llegados a este punto permitidme que os de un consejillo, sencillo pero bastante útil. Cuando hagáis tartas, os recomiendo que horneéis los bizcochos el día anterior al montaje final; este tiempo de reposo dará consistencia a la masa, facilitando su modelado (especialmente a la hora de recortarla). 

Una vez nivelados los bizcochos, y tras humedecerlos con un almíbar, comencé la elaboración de las cremas. Como relleno de la tarta hice una trufa de chocolate intenso, pero esta vez y para darle un toque navideño, le añadí pasta de turrón de Jijona. De esta forma adquirió un toque almendrado que marida perfectamente con el chocolate; y como resultado obtuve una crema sabrosa, esponjosa y cargada de sabor… perfecta!

Para cubrir la superficie de la bata y darle el color blanco, mi solución fue una crema de chocolate blanco. Efectivamente el fondant puede darnos un acabado mucho más perfecto y brillante, pero reconozco que tiendo a huir de él para cubrir grandes superficies, ya que su sabor no termina de parecerme apetitoso. Como decía, me decanté por una ganache de chocolate blanco, que endurece con facilidad y me permite colocar las decoraciones sin problema. 


Finalmente llegó mi momento favorito de la elaboración de tartas. Se trata del diseño y producción de las decoraciones de fondant, o lo que me gusta llamar con cariño, la tarea de “pinta, recorta y colorea”. Puede sonar un tanto ridículo, pero yo me siento transportada a mi más tierna infancia, a esas clases de plástica de los viernes por la tarde, donde las horas pasaban entre el modelado de figuras de plastilina, pintar con temperas y dibujar con esos lápices de “mina gorda”, totalmente resistentes a las manos torpes y agresivas de los niños pequeños. Qué tiempos tan maravillosos, cuando las mayores preocupaciones eran no salirse del borde del dibujo y conseguir hacer muñequitos de plastilina que se parecieran lo más posible a personitas.



Tras estos minutos de divagar por mis recuerdos infantiles, os cuento como decoré la tarta para que se pareciese a la ya mencionada y famosa bata. 
Unas piezas geométricas de fondant blanco hicieron las veces de solapas y bolsillo, el cual decoré con el símbolo de la farmacia y el nombre de la dueña mediante un rotulador negro de tinta comestible. La cruz de fondant verde nos recuerda sin lugar a dudas que se trata de una farmacéutica, y todo el conjunto queda rematado con unos botones de chocolate negro. Como veis no hay muchos elementos decorativos, solo los necesarios para evocar la forma deseada pero sin recargarlo.

 Tengo que reconocer que no fue un trabajo fácil, pero resultó muy gratificante saber que la cumpleañera disfrutó con su “bata-tarta”, tanto por su sabor como por su originalidad.














Ya solo me queda desearos Feliz Navidad y próspero Año 2015. Espero que, como yo, aprovechéis estos días para disfrutar en compañía de vuestros familiares amigos. Y por supuesto, espero que los dulces caseros sean protagonistas de vuestras comidas, cenas y meriendas familiares. Recordad que la repostería casera es siempre una buena opción para homenajear a vuestros invitados; además de ser más saludable e infinitamente más rica!!


Feliz Navidad!