"Hoy es lunes”. Tres
palabras que engloban multitud de comentarios, miradas y alguna que otra ojera;
y que se repite semana tras semana cuando llego a la oficina. No es un día
sencillo; mi amigo el despertador me recuerda que toca madrugón, al levantarme
me tropiezo con las zapatillas y se me olvida encender la cafetera a tiempo,
cosa que conlleva un retraso en la secuencia de tareas perfectamente
parametrizadas y que me permiten arañar unos minutos de sueño reparador. Al
salir de casa, todavía es noche cerrada, el frío me atenaza y me hace añorar
cada minuto que he estado en la cama… Por si esto fuera poco, al llegar a la
oficina las caras de mis compañeros denotan sentimientos parecidos acerca del
día se avecina y la semana completa de trabajo. “¿Qué tal estas?” pregunto a una amiga en el pasillo. “Buff, de lunes; ya sabes…” contesta
ella con ojillos soñolientos. “Con lo
calentito que estaba yo en la cama”, añade otro mientras acaricia el vasito
de plástico humeante recién salido de la máquina de café. Para echar una mano a
todos esos a los que nos cuesta sobrellevar este día tan complicado, os traigo
un post con una tarta muy divertida y un pequeño homenaje.
No sé si alguna vez he
escrito sobre mis amigos en mis post. En caso negativo, creo que ya va siendo hora
de enmendar este error y dedicar unas líneas a “Mi Manada”. Seguro que alguien
se pregunta de dónde ha salido ese nombre un tanto estrafalario con el
que describo a mi pandilla de amigos. Pues bien, el término “Manada” nació una
tarde de reflexión, cuando intentaba escribir el discurso de la boda de mi
mejor amiga.
Mi mente se esforzaba en describir todos los sentimientos y experticias que acompañan a toda una vida juntas, cosa bastante complicada si tienes que resumir casi treinta años de relación en unas pocas líneas. Allí estaba yo, recordando tiempo “mozos”, cuando llevábamos chándal, coleta y los chicos no nos interesaban en absoluto. Y de repente caí en la cuenta de que la relación de mi mejor amiga con su actual marido me había traído algo nuevo, algo muy importante y que definitivamente había cambiado mi vida.
Se trata del
grupo de amigos, que a raíz de su relación, hemos formado y que en pocos años nos
he convertido en una gran familia. Comencé a reflexionar sobre cada uno de
ellos, sobre lo diferentes que somos y sobre que son esas diferencias las que
nos unen y hacen de nosotros algo único. En ese momento vino a mi mente una
imagen, algo grotesca pero que encajaba perfectamente con lo que somos en
conjunto. Seguro que a todos os suena la película de Disney Ice Age, en la que
un grupo de animales prehistóricos muy diferentes y por naturaleza rivales o
enemigos, ven sus vidas entremezcladas y poco a poco van formado un grupo
sólido, una gran piña que se desenvuelve sin problemas y que les permite enfrentarse
a un sinfín de aventuras.
En ellos nos vi reflejados, un grupo compuesto por personalidades variopintas, caracteres muchas veces contrapuestos, pero unidos en los momentos más importantes. Esta es “Mi Manada”, mis compañeros de aventuras, quienes me animan a perseguir mis ilusiones y me apoyan en los momentos duros.
Mi mente se esforzaba en describir todos los sentimientos y experticias que acompañan a toda una vida juntas, cosa bastante complicada si tienes que resumir casi treinta años de relación en unas pocas líneas. Allí estaba yo, recordando tiempo “mozos”, cuando llevábamos chándal, coleta y los chicos no nos interesaban en absoluto. Y de repente caí en la cuenta de que la relación de mi mejor amiga con su actual marido me había traído algo nuevo, algo muy importante y que definitivamente había cambiado mi vida.
En ellos nos vi reflejados, un grupo compuesto por personalidades variopintas, caracteres muchas veces contrapuestos, pero unidos en los momentos más importantes. Esta es “Mi Manada”, mis compañeros de aventuras, quienes me animan a perseguir mis ilusiones y me apoyan en los momentos duros.
Otro día os presentaré
a cada miembro del clan, pero hoy me voy a centrar en mi amigo Javi. Si echamos
la vista atrás, creo que la primera conversación larga que tuve con Javi fue
hace poco más de un año, en una casa rural de Ezcaray y jugando una partida al “Apalabrados”.
Imaginaros lo profunda que pudo ser dicha conversación… “Creo que has contados dos veces ese doble-tanto-de-palabra” o “Me parece que ese término no aparece en el
diccionario de la RAE”. No hacía mucho que nos conocíamos y ninguno de los
dos tenía la confianza para avanzar algo en una conversación seria. Poco a poco
esa situación ha ido cambiando, al comienzo con una mirada divertida y franca
como respuesta a una broma, otras veces con un simple asentimiento en una
situación complicada, un “sabes que te entiendo” en el fondo de la mirada… y
después de varios meses se ha convertido en alguien cercano, sincero, que sabe
escuchar cuando hace falta y que siempre tiene buenas palabras para animar a un
amigo.
Una gran persona a la que, además, le encantan mis dulces. Por esta razón, y de ahí mi post de esta semana, voy a contaros un encargo muy especial que me hizo para celebrar su cumpleaños.
Como gran aficionado del mundo de la automoción, me pidió que le hiciera dos tartas con forma de neumático de Fórmula 1. Sí, he dicho ¡DOS TARTAS CON FORMA DE RUEDA! En ese momento pasaron por mi cabeza frases como “a mí me daban dos”, “dos es mejor que uno”, “¿por qué fabricar uno si por poco más hacemos dos?” Menuda tarea la mía… Dos tartas-rueda, para 9 personas cada una, diferentes en su interior y por supuesto con plazo de entrega el mismo día. Aunque el trabajo se planteaba largo y laborioso, que el encargo vinera de un amigo era un gran incentivo, a la par de un imponente desafío, ya que la posibilidad de no dar la talla pesaba bastante.
Intente dejar a una lado a
mi mente retorcida y preocupada por no conseguir una rueda perfecta, y me puse
manos a la obra.
El bizcocho fue sencillo,
bastó con hacer bases básicas de bizcocho de yogur con una buena dosis de pasta
de vainilla, para conseguir un resultado muy jugoso y un sabor realmente rico.
Creo que es muy importante no descuidar la elaboración de la base, ya que
aunque nos pidan las formas más estrafalarias y los diseños más divertidos, no
podemos olvidar que estamos haciendo una tarta, donde el sabor y la textura deben
primar por encima de todo. ¿De qué nos vale un dulce precioso si a la hora de
comerlo el bizcocho resulta seco o los rellenos no tienen el sabor apropiado?
En mi caso, las bases las
hago siempre de bizcocho de yogur, aromatizado con vainilla, ralladuras de cítricos
o cacao puro. Para garantizar que conseguimos un resultado muy jugoso, os recomiendo
aplicar siempre una pequeña cantidad de almíbar a la hora de montar la tarta.
De esta forma tendremos un resultado esponjoso y que no se resecará de un día para
el siguiente.
A continuación me puse manos
a la obra con los rellenos. En esta ocasión Javi escogió mermelada de fresa
para una de las tartas y nata montada para la otra. ¿No os parece una elección
fantástica? Muchas veces nos perdemos en sabores complicados, elaborando cosas
como crema de mantequilla con aroma de frutos rojos al café, frosting de
merengue suizo con aroma de té matcha, espuma de caramelo con un toque de sal… No
me interpretéis mal, dichos rellenos resultan deliciosos, pero creo que
tendemos a olvidar los sabores más básicos, esos que están presentes en la repostería
española tradicional y que resultan siempre un acierto. En este caso, opino que
Javi hizo una elección perfecta!
Como cobertura hice una
crema de chocolate con leche que teñí de color negro y con la que cubrí las
tartas. Siempre aplico varias capas, para que la crema adquiera un buen espesor
y el sabor a chocolate no pierda el protagonismo que tiene en todos mis postres.
A la hora de cubrir, evité un alisado perfecto de la superficie, de esta forma
conseguí simular el aspecto “gastado” que tienen los neumáticos. Por último,
pero no menos importante, coloqué unas decoraciones de fondant blanco y verde,
que dieron la apariencia definitiva a mis tartas-rueda F1.
Ni que decir tiene que Javi quedó encantado con sus tartas, y me consta que sus invitados dieron buena cuenta de ellas.
Bueno, espero que estas
líneas os hayan permitido evadiros un raro de la cruda realidad que suponen los
lunes por la mañana. En caso de que un remedio más fuerte sea necesario, yo siempre
recomiendo ponerse el delantal, sacar los aparejos de repostería y hacer unas
buenas magdalenas de chocolate. Aseguro felicidad absoluta!!!
Feliz semana :)
Feliz semana :)
P.D. Este post está dedicado
a toda Mi Manada y especialmente a ti, Javi, para que sepas lo feliz que me
hizo tu encargo, lo que disfruté elaborándolo y lo que me emocionó ver tu cara
al contemplar las tartas recién terminadas. No puedo más que darte las gracias
y pedirte que no cambies.