Buenas mañanas de domingo a tod@s!
Hoy me he despertado con ganas de compartir con vosotros
unas líneas y un postre bastante apropiado para estos días de calor sofocante.
Hace poco más de un mes las mañanas todavía eran frías, los
paraguas eran compañeros de todo viandante y nos envolvíamos en gabardinas para
esquivar de forma poco eficiente el cierzo que sacudía la capital “maña”. Pocas
semanas han pasado y aquí me encuentro, rodeada de sandalias divertidas, con un
armario invadido de vestidos frescos y coloreados y mi amplia colección de
gafas de sol trabajando sin tregua a casi todas las horas del día…
Yo me considero una amante del sol y del calor, paso el
invierno envuelta en gruesas capas de tela para proteger mi cuerpo de los
escalofríos, la humedad y el frío viento que nos castiga. Por este motivo la
llegada del verano es un gran momento para mí; digamos que florezco como
campanilla en primavera, mi piel olvida ese aspecto cetrino que le confiere la
oscuridad invernal y busco cada retazo de sol para absorber su calor… Efectivamente,
soy lo más parecido a una lagartija tamaño XL que se arrima a las piedras
calentitas del jardín para cargar las pilas y recobrar la vitalidad.
Sin embargo, he de reconocer que la ola de calor africano
que nos invade es, incluso para mi, totalmente abrasadora. Las calles se
antojan solitarias a las horas centrales del día, los pocos caminantes que se
atreven a salir de casa serpentean por las aceras siguiendo el
rastro de la sombra y los deportistas, entre los que me incluyo, nos
enclaustramos en gimnasios para esquivar las peligrosas altas temperaturas.
La ciudad se ha vuelto hostil para realizar ciertas
actividades y nuestro hogar tampoco se ha quedado atrás… ¿Quién es el
valiente que se atreve a encender el horno para elaborar un suculento postre?
¿En qué momento la repostería se ha convertido en una actividad de riesgo?
Para demostraros que el horno no lo es todo en repostería, y
aprovechando las frutas maravillosas que nos ofrece el tiempo estival, os
presento una deliciosa tarta de mousse de fresas y queso especiado.
Reconozco que en mi caso la base de la tarta fue un bizcocho
de chocolate negro que preparé con mi horno, pero como antídoto al calor os ofrezco un par de alternativas interesantes y deliciosas. En
primer lugar podéis elaborar el bizcocho en el microondas, ya que no
necesitamos que suba en exceso; buscamos una textura tipo brownie. En este caso
no olvidéis emplear un molde de silicona, ya que los tradicionales metálicos os
pueden dar un buen susto.
Otra opción muy fácil y rica es optar por una fórmula similar a la que empleamos en la base de las
tradicionales tartas de queso, es decir, preparada con mantequilla y galletas
de chocolate machacadas.
Finalmente, y aunque yo no soy nada partidaria, los más
perezosos pueden optar por comprar un bizcocho base ya preparado.
Ya sabéis que nunca recomiendo comprar repostería preparada, pero haré una
excepción probablemente provocada por el sobrecalentamiento de mis neuronas ;)
Para elaborar la primera capa la tarta, opté por una mousse
de queso batido y yogur, a la que di un
toque especiado con una mezcla de canela, clavo, nuez moscada y
jengibre. Para conseguir la textura deseada, combiné esta mezcla con un merengue
ligero y lo estabilicé con gelatina neutra. Como resultado obtuve una mousse
ligera, escasamente dulce y con unas notas chai que combinan a la perfección
con la siguiente capa de la tarta, la mousse de fresas.
La segunda elaboración es muy sencilla y de nuevo he
sustituido la nata por yogur batido, al que añadí un puré de fresas trituradas
con una cucharada de azúcar blanco. Finalmente, lo volví a mezclar con merengue
y lo estabilicé con gelatina neutra.
Como veis he empleado gelatina en todas las elaboraciones,
ya que es una opción muy práctica y sencilla para asegurar un resultado estable
y con la densidad apropiada. Tenéis que añadirla a mezcla de yogur, previamente
hidratada y disuelta en leche o agua templada.
El merengue es el responsable de esa textura ligera y llena
de aire tan características de las mousse. Os recomiendo que montéis las claras con
batidora de varillas, para que el resultado sea un merengue denso y firme.
Respecto a la cantidad de azúcar, yo empleo muy poco, ya que me gusta saborear
la fruta de la forma más natural. Sin embargo el merengue admite casi tanto
azúcar como os apetezca… todo dependerá de cuan dulce queráis el resultado.
A la hora de montar la tarta empezamos
vertiendo la mezcla de queso especiado sobre nuestro bizcocho de chocolate. La enfriamos alrededor de treinta
minutos en el frigorífico, para a continuación añadir la segunda elaboración de
fresa y continuar con el enfriamiento.
Para finalizar realice un gelée de fresa. Que no os confunda la palabrería, solo es necesario mezclar gelatina en polvo o en láminas con una jalea densa elaborada con azúcar, agua, extracto de
fresa y colorante rojo. El resultado se añade a nuestra tarta y, tras cuajar
unas horas en el frigorífico, nos dará un acabado rojo intenso y muy muy
brillante.
Como colofón a nuestra tarta veraniega, la decoré con unas
fresas frescas y unos bombones de chocolate negro y blanco también elaborados
por mí. Un sabor espectacular y una explosión de contrastes y
texturas muy fresquitas, hacen de esta receta una opción totalmente recomendable para esta ola de calor
sofocante.
Espero que os haya gustado esta receta “sin horno”
y os animéis a practicar con otras frutas veraniegas. El melocotón, las cerezas
o los albaricoques resultarán exquisitos transformados en ligeras y esponjosas
mousse.
Disfrutad del resto del fin de semana y arrancad el lunes
preparados para el calor!! :)