Hoy me he despertado y, por
primera vez en mucho tiempo, no ha sido debido al estridente pitido del
despertador. He escuchado unas
campanadas en la lejanía; su agudo repiqueteo me ha arrullado mientras
agradables rayos de luz entraban delicadamente por las ranuras de la persiana.
¡Qué maravilla de despertar! Me acurruco entre las gruesas mantas mientras las
mismas campanadas me recuerdan que no estoy en Zaragoza, no es necesario salir disparada de la cama y por supuesto hoy
no tengo que ir a trabajar. Efectivamente, hoy es mi primer día de vacaciones
navideñas y diez horas de sueño reparador me hacen despertar con una sonrisa.
Me escurro entre las mantas y
observo que el silencio todavía es dueño y señor de la casa. Es el momento
perfecto para despertar al portátil y dedicar un rato a escribir… el silencio
solo es roto por el cadente sonido de las teclas al ser acariciadas y mis
pensamientos vuelan, a su aire, por cada rincón de la casa.
Hoy os traigo un reto pastelero muy divertido, a la par que difícil, y en forma de tarta. Hace unas semanas mi compañero Gonzalo volvió a retarme con un encargo un tanto especial y muy importante. ¡Gran responsabilidad la mía! Por una parte no soy capaz de decir “no” a un reto como aquel, pero por otro lado dicho encargo era para celebrar el cumpleaños de su madre, por lo que debía quedar perfecto y agradar a la Matriarca de la Familia.
Finalmente acepté y comencé a
diseñar una tarta en forma de bata, pero no una bata cualquiera, se trataba de
una bata de farmacéutica. Tras barajar las diferentes posibilidades y diseños,
me decanté por algo sencillo, con los elementos básicos distintivos del
mundillo farmacéutico pero si abusar de la decoración ni el fondant.
Una vez nivelados los bizcochos,
y tras humedecerlos con un almíbar, comencé la elaboración de las cremas. Como
relleno de la tarta hice una trufa de chocolate intenso, pero esta vez y para
darle un toque navideño, le añadí pasta de turrón de Jijona. De esta forma
adquirió un toque almendrado que marida perfectamente con el chocolate; y como
resultado obtuve una crema sabrosa, esponjosa y cargada de sabor… perfecta!
Para cubrir la superficie de la
bata y darle el color blanco, mi solución fue una crema de chocolate blanco.
Efectivamente el fondant puede darnos un acabado mucho más perfecto y
brillante, pero reconozco que tiendo a huir de él para cubrir grandes
superficies, ya que su sabor no termina de parecerme apetitoso. Como decía, me
decanté por una ganache de chocolate blanco, que endurece con facilidad y me
permite colocar las decoraciones sin problema.
Finalmente llegó mi momento
favorito de la elaboración de tartas. Se trata del diseño y producción de las
decoraciones de fondant, o lo que me gusta llamar con cariño, la tarea de “pinta,
recorta y colorea”. Puede sonar un tanto ridículo, pero yo me siento
transportada a mi más tierna infancia, a esas clases de plástica de los viernes
por la tarde, donde las horas pasaban entre el modelado de figuras de
plastilina, pintar con temperas y dibujar con esos lápices de “mina gorda”,
totalmente resistentes a las manos torpes y agresivas de los niños pequeños. Qué
tiempos tan maravillosos, cuando las mayores preocupaciones eran no salirse del
borde del dibujo y conseguir hacer muñequitos de plastilina que se parecieran
lo más posible a personitas.
Tras estos minutos de divagar por
mis recuerdos infantiles, os cuento como decoré la tarta para que se pareciese
a la ya mencionada y famosa bata.
Unas piezas geométricas de fondant blanco hicieron las veces de solapas y bolsillo, el cual decoré con el símbolo de la farmacia y el nombre de la dueña mediante un rotulador negro de tinta comestible. La cruz de fondant verde nos recuerda sin lugar a dudas que se trata de una farmacéutica, y todo el conjunto queda rematado con unos botones de chocolate negro. Como veis no hay muchos elementos decorativos, solo los necesarios para evocar la forma deseada pero sin recargarlo.
Unas piezas geométricas de fondant blanco hicieron las veces de solapas y bolsillo, el cual decoré con el símbolo de la farmacia y el nombre de la dueña mediante un rotulador negro de tinta comestible. La cruz de fondant verde nos recuerda sin lugar a dudas que se trata de una farmacéutica, y todo el conjunto queda rematado con unos botones de chocolate negro. Como veis no hay muchos elementos decorativos, solo los necesarios para evocar la forma deseada pero sin recargarlo.
Tengo que reconocer que no fue un
trabajo fácil, pero resultó muy gratificante saber que la cumpleañera disfrutó
con su “bata-tarta”, tanto por su sabor como por su originalidad.
Ya solo me queda desearos Feliz
Navidad y próspero Año 2015. Espero que, como yo, aprovechéis estos días para
disfrutar en compañía de vuestros familiares amigos. Y por supuesto, espero que
los dulces caseros sean protagonistas de vuestras comidas, cenas y meriendas
familiares. Recordad que la repostería casera es siempre una buena opción para
homenajear a vuestros invitados; además de ser más saludable e infinitamente
más rica!!
Creo que esa simbiosis entre repostería y modelismo consigue unos resultados estupendos, pero con un problema... seguro que al destinatario de la tarta le tiene que dar muchísima pena comérsela.
ResponderEliminarTe deseo un dulce año nuevo.