Hoy empiezo mi post con una reflexión simpática, para
alegrar un poco el lunes que se avecina y arrancar alguna que otra sonrisa.
Os pondré un ejemplo para que veáis a donde quiero
llegar a parar. Supongo que todos conocéis los “post-it”, esas pegatinas que
usamos para tomar notas y marcar páginas señaladas de libros o revistas. En mi
caso, tiendo a acumularlos de forma enfermiza por el mero hecho de ser de
colores y con una forma un tanto mona. ¿Qué razón oculta y retorcida mueve a
los fabricantes a lanzar al mercado diseños con formas como “mini-corazón”,
“mini-mariposa”, “mini-florecita”, etc? ¿No resulta obvio? Es evidente que no
buscan aumentar la superficie de escritura o pegado… Buscan captar la atención
de personajes como yo, que encuentran este tipo de formas y colores totalmente
irresistibles!
Por supuesto, en el mundo de la repostería creativa podemos encontrar exactamente el mismo patrón. Los reposteros nos estrujamos los sesos para conseguir los sabores y las texturas más deliciosas, y respecto a la decoración, tanto el colorido como la aplicación de las cremas y las pequeñas decoraciones son fundamentales. Lógicamente el tamaño vuelve a crear ese efecto lindo-cuqui-mono que mencionaba anteriormente. Imaginad un cupcake de vainilla, horneado en una preciosa cápsula y adornado con una rosa de buttercream y unas perlitas de azúcar… Una pequeña y dulce obra de arte que nos hace salivar ante el mero hecho de leer la descripción. Pero si dicho cupcake lo hago de tamaño XS, es decir, aproximadamente como un bombón y con un pequeño copete de crema, el resultado es todavía más lindo si cabe.
Para decorar mis pequeñas creaciones elaboré una crema
de galletas. Para conseguir un sabor realmente auténtico, emplee Galletas María
trituradas, que añadí una vez que la mantequilla, el azúcar glass y la pasta de
vainilla estaban complemente integradas. Además de un sabor delicioso, las
galletas aportan una textura granulada que recuerda a esa sensación crujiente
que sentimos cuando las estamos tomando… a mi me recuerda a las meriendas de
verano, sentada en torno a un gran vaso de leche fresquita y el tarro de las
galletas… J
Finalmente, y para decorar los mini-cupcakes, empleé
unas “mini-Oreo” y unas “mini-cookies de chocolate” un tanto monas que encontré
en el supermercado. Estas pequeñas decoraciones pueden hacerse muy fácilmente en
casa, pero en mi caso aquella tarde andaba algo justa de tiempo.
Sobre la reacción de mis compañeros hay mucho que
contar. Podría describiros con pelos y señales la cara de las chicas; una
mezcla entre gula, ansia causada por el dulce aroma que desprendían, pero al
mismo tiempo un atisbo de pena por hincar el diente a algo tan pequeño, bonito y delicado. Entre los chicos se
extendieron frases como “¡Que mogollón! Así tenemos más para probar” o “Esto es
muy pequeño ¿A cuántos tocamos casa uno?”.
En resumen puede decir que mis pequeñas creaciones
encantaron a toda la oficina, todo el mundo quedó satisfecho y tanto chicos
como chicas disfrutaron de lo lindo. Respecto a mí, me sentí orgullosa al ver
sus caras, agradecí cada sonrisa y felicitación, pero por encima de todo, pude
comprobar que mi ingeniosa pero absurda teoría del tamaño es totalmente CIERTA!
Espero que os haya gustado e inspirado el post de esta
semana. Ya sabéis, elegid vuestra receta favorita y horneadla en tamaño
pequeñito. Vuestros amigos y familiares quedaran gratamente sorprendidos a la
par que “endulzados”.