domingo, 2 de agosto de 2015

Vacaciones de verano y tarta de fresones y merengue

Buenos días a tod@s!

Hoy es un día especial… he abierto los ojos a la hora acostumbrada, el olor del café de mis vecinos más madrugadores se mezcla de forma perfecta con el aroma que desprenden los hornos de las pastelerías cercanas, los primeros viandantes se pasean por la calle con el periódico y el carrito de compra… todo parece normal, nada altera la maravillosa rutina calmada de los sábados por la mañana. Sin embargo, algo diferente ronronea en el fondo de mi mente; por fin lo recuerdo y una sonrisa, primero tímida y luego amplia, inunda mi cara… ¡HOY ES MI PRIMER DIA DE VACACIONES!



No es un fin de semana normal, es mi primer sábado de vacaciones veraniegas y me encuentro en mi casa, delante de mi ordenador y sin mayor expectativa que escribir un ratito y contaros los contenta que estoy y, como no podía ser de otra forma, hablaros de un postre especial.
Pero primero vais a darme la satisfacción de deleitarme unos minutos más con esta sensación tan cautivadora. Han sido unos meses de trabajo largos y duros, casi no he tiempo para escribir y dedicarme momentos de relax y, ciertamente, mi ánimo tampoco acompañaba. Pero todo eso queda olvidado en cuestión de segundos; soy consciente de que me esperan tres semanas de sosiego y tranquilidad lejos de la ciudad y rodeada de mis familiares y amigos. Mi destino en vacaciones no es nada exótico ni exclusivo, pero cada vez que sus imágenes vienen a mi cabeza una sonrisa bobalicona y una mirada risueña aparecen en mi cara. Vigo de Sanabria, pequeño pueblo perdido en tierras zamoranas, rodeado de montañas y con un maravilloso lago donde me esperan tardes de toalla, libro y baños agradables. Podría llenar páginas y páginas con las bondades de mi fantástico “pueblo”, pero creo que dicho post ha de ser escrito desde allí, arropada por sus calles intrincadas, entre robles y encinas, y envuelta en ese halo mágico que me hace volver a mi niñez.


Parece que mi mente se resiste a volver a la realidad y mis dedos traicioneros teclean solos palabras que evocan las ansiadas vacaciones, pero como he dicho, eso será entro momento y en otro lugar. Ya es hora de “entrar en harina” y hablaros de un postre delicioso que preparé para el cumpleaños de mi hermano.
Mi hermano Sergio es un gran amante de la cocina y le encanta degustar todas mis creaciones. Como no podía ser de otra forma, yo fui la encargada de preparar la tarta de su cumpleaños, para la cual no me puso condición o restricción alguna.
Esta vez no se trataba de un gran encargo, no había formas complicadas, ni cremas de colores disparatados o adornos de fondant. En esta ocasión mi reto era impresionarle con el sabor y conseguir esa mirada cómplice que premia el trabajo bien hecho y la satisfacción de alcanzar sus expectativas.
Para ello opté por una tarta sencilla que combinara la crema pastelera que tanto le gusta, junto con una fruta sabrosa y de color espectacular. Como tengo debilidad por los frutos rojos, me decanté por los fresones.



La primera elaboración fue una masa quebrada; sencilla, rica y perfecta como base de mi tarta cumpleañera. Esta masa no tiene mayor complicación y sus ingredientes están presentes en todas las cocinas. En el caso de que no tengáis tiempo de prepararla, existen multitud de supermercados que tienen masas frescas y listas para hornear, tanto en la sección de congelados como de productos frescos. 
Reconozco que siempre tengo un paquete congelado que me sirve de “plan B” ante cualquier emergencia o merienda no planificada.


Una vez lista la masa, la horneamos a 180ºC cubierta con papel de horno y durante unos 10 o 15 minutos. No olvidéis pincharla ligeramente con un tenedor y colocar unos garbanzos encima del papel para evitar que se generen burbujas en el horneado y se hinche.




Mientras la base de la tarta se enfría, es el momento de preparar la crema protagonista de la receta y que hace las delicias de mi hermano. La crema pastelera es muy sencilla de elaborar y os recomiendo encarecidamente que os animéis a ello y descartéis los preparados en polvo de supermercado. El único secreto que tiene es emplear vainas de vainilla y… ¡remover sin parar!
Cuando la crema esta ligeramente tibia, la extendemos sobre la base de masa quebrada. Una vez lista, es el momento de terminar el postre con la fruta que más os apetezca. Como he dicho anteriormente, yo me decanté por unos fresones riquísimos, los cuales coloqué enteros para hacerlos protagonistas de mi creación.
Por último, y para aprovechar las claras sobrantes de la crema pastelera, hice un merengue italiano denso, brillante y esponjoso. Con la manga pastelera fui intercalando “flores” de merengue con los fresones y, para dar el toque final, lo quemé con el soplete. De esta forma el resultado es muy estable, firme y confiere unos tonos tostados que hacen de esta tarta un majar muy muy apetecible.

Por supuesto conseguí la aprobación de mi exigente hermano y la celebración fue tan dulce como cabía esperar.
Espero que os haya gustado el post y os animéis con la crema pastelera casera.

Feliz semana y felices vacaciones!
Besos a montón :)

Marta
    


P.D. Como siempre, este post no sería lo mismo sin las maravillosas fotos de mi David! Mil gracias por ser mi fotógrafo particular :)

lunes, 6 de julio de 2015

Ola de calor y tarta de mousse de fresas y queso especiado

Buenas mañanas de domingo a tod@s!

Hoy me he despertado con ganas de compartir con vosotros unas líneas y un postre bastante apropiado para estos días de calor sofocante.
Hace poco más de un mes las mañanas todavía eran frías, los paraguas eran compañeros de todo viandante y nos envolvíamos en gabardinas para esquivar de forma poco eficiente el cierzo que sacudía la capital “maña”. Pocas semanas han pasado y aquí me encuentro, rodeada de sandalias divertidas, con un armario invadido de vestidos frescos y coloreados y mi amplia colección de gafas de sol trabajando sin tregua a casi todas las horas del día…
Yo me considero una amante del sol y del calor, paso el invierno envuelta en gruesas capas de tela para proteger mi cuerpo de los escalofríos, la humedad y el frío viento que nos castiga. Por este motivo la llegada del verano es un gran momento para mí; digamos que florezco como campanilla en primavera, mi piel olvida ese aspecto cetrino que le confiere la oscuridad invernal y busco cada retazo de sol para absorber su calor… Efectivamente, soy lo más parecido a una lagartija tamaño XL que se arrima a las piedras calentitas del jardín para cargar las pilas y recobrar la vitalidad.
Sin embargo, he de reconocer que la ola de calor africano que nos invade es, incluso para mi, totalmente abrasadora. Las calles se antojan solitarias a las horas centrales del día, los pocos caminantes que se atreven a salir de casa serpentean por las aceras siguiendo el rastro de la sombra y los deportistas, entre los que me incluyo, nos enclaustramos en gimnasios para esquivar las peligrosas altas temperaturas.


La ciudad se ha vuelto hostil para realizar ciertas actividades y nuestro hogar tampoco se ha quedado atrás… ¿Quién es el valiente que se atreve a encender el horno para elaborar un suculento postre? ¿En qué momento la repostería se ha convertido en una actividad de riesgo?
Para demostraros que el horno no lo es todo en repostería, y aprovechando las frutas maravillosas que nos ofrece el tiempo estival, os presento una deliciosa tarta de mousse de fresas y queso especiado.
Reconozco que en mi caso la base de la tarta fue un bizcocho de chocolate negro que preparé con mi horno, pero como antídoto al calor os ofrezco un par de alternativas interesantes y deliciosas. En primer lugar podéis elaborar el bizcocho en el microondas, ya que no necesitamos que suba en exceso; buscamos una textura tipo brownie. En este caso no olvidéis emplear un molde de silicona, ya que los tradicionales metálicos os pueden dar un buen susto.
Otra opción muy fácil y rica es optar por una fórmula similar a la que empleamos en la base de las tradicionales tartas de queso, es decir, preparada con mantequilla y galletas de chocolate machacadas.
Finalmente, y aunque yo no soy nada partidaria, los más perezosos pueden optar por comprar un bizcocho base ya preparado. Ya sabéis que nunca recomiendo comprar repostería preparada, pero haré una excepción probablemente provocada por el sobrecalentamiento de mis neuronas ;)


Una vez que tenemos la base fría, la colocamos en el fondo de un molde circular alto. Para que las diferentes capas de mousse no se adhieran a las paredes del molde, es fundamental colocar una tira de acetato de la misma anchura que altura tiene el molde. En caso de que no tengáis acetato en casa podéis emplear film transparente, aunque no resulta fácil de colocar y las paredes de la tarta tendrán un aspecto algo rugoso.
Para elaborar la primera capa la tarta, opté por una mousse de queso batido y yogur, a la que di un  toque especiado con una mezcla de canela, clavo, nuez moscada y jengibre. Para conseguir la textura deseada, combiné esta mezcla con un merengue ligero y lo estabilicé con gelatina neutra. Como resultado obtuve una mousse ligera, escasamente dulce y con unas notas chai que combinan a la perfección con la siguiente capa de la tarta, la mousse de fresas.

La segunda elaboración es muy sencilla y  de nuevo he sustituido la nata por yogur batido, al que añadí un puré de fresas trituradas con una cucharada de azúcar blanco. Finalmente, lo volví a mezclar con merengue y lo estabilicé con gelatina neutra.
Como veis he empleado gelatina en todas las elaboraciones, ya que es una opción muy práctica y sencilla para asegurar un resultado estable y con la densidad apropiada. Tenéis que añadirla a mezcla de yogur, previamente hidratada y disuelta en leche o agua templada.
El merengue es el responsable de esa textura ligera y llena de aire tan características de las mousse. Os recomiendo que montéis las claras con batidora de varillas, para que el resultado sea un merengue denso y firme. Respecto a la cantidad de azúcar, yo empleo muy poco, ya que me gusta saborear la fruta de la forma más natural. Sin embargo el merengue admite casi tanto azúcar como os apetezca… todo dependerá de cuan dulce queráis el resultado.



A la hora de montar la tarta empezamos vertiendo la mezcla de queso especiado sobre nuestro bizcocho de chocolate. La enfriamos alrededor de treinta minutos en el frigorífico, para a continuación añadir la segunda elaboración de fresa y continuar con el enfriamiento.
Para finalizar realice un gelée de fresa. Que no os confunda la palabrería, solo es necesario mezclar gelatina en polvo o en láminas con una jalea densa elaborada con azúcar, agua, extracto de fresa y colorante rojo. El resultado se añade a nuestra tarta y, tras cuajar unas horas en el frigorífico, nos dará un acabado rojo intenso y muy muy brillante.
Como colofón a nuestra tarta veraniega, la decoré con unas fresas frescas y unos bombones de chocolate negro y blanco también elaborados por mí. Un sabor espectacular y una explosión de contrastes y texturas muy fresquitas, hacen de esta receta una opción totalmente recomendable para esta ola de calor sofocante.


Espero que os haya gustado esta receta “sin horno” y os animéis a practicar con otras frutas veraniegas. El melocotón, las cerezas o los albaricoques resultarán exquisitos transformados en ligeras y esponjosas mousse.

Disfrutad del resto del fin de semana y arrancad el lunes preparados para el calor!! :)








domingo, 24 de mayo de 2015

Teoría de las Cosas Cuquis y mini-cupcakes de galleta y chocolate

Hoy empiezo mi post con una reflexión simpática, para alegrar un poco el lunes que se avecina y arrancar alguna que otra sonrisa.

¿Os habéis fijado el increíble efecto que tiene el tamaño a la hora de describir un objeto cualquiera? Las cosas pequeñitas tienden a resultarnos especialmente monas, lindas o “cuquis”. Esta reacción es muy significativa entre las chicas, y si somos amantes de la repostería o el kraft, el efecto es mucho más acentuado. Por supuesto la combinación de cositas pequeñas junto con colorines, efectos brillantes y formas que evocan flores, mariposas o incluso libélulas, es mayúscula.
Os pondré un ejemplo para que veáis a donde quiero llegar a parar. Supongo que todos conocéis los “post-it”, esas pegatinas que usamos para tomar notas y marcar páginas señaladas de libros o revistas. En mi caso, tiendo a acumularlos de forma enfermiza por el mero hecho de ser de colores y con una forma un tanto mona. ¿Qué razón oculta y retorcida mueve a los fabricantes a lanzar al mercado diseños con formas como “mini-corazón”, “mini-mariposa”, “mini-florecita”, etc? ¿No resulta obvio? Es evidente que no buscan aumentar la superficie de escritura o pegado… Buscan captar la atención de personajes como yo, que encuentran este tipo de formas y colores totalmente irresistibles!


Por supuesto, en el mundo de la repostería creativa podemos encontrar exactamente el mismo patrón. Los reposteros nos estrujamos los sesos para conseguir los sabores y las texturas más deliciosas, y respecto a la decoración, tanto el colorido como la aplicación de las cremas y las pequeñas decoraciones son fundamentales. Lógicamente el tamaño vuelve a crear ese efecto lindo-cuqui-mono que mencionaba anteriormente. Imaginad un cupcake de vainilla, horneado en una preciosa cápsula y adornado con una rosa de buttercream y unas perlitas de azúcar… Una pequeña y dulce obra de arte que nos hace salivar ante el mero hecho de leer la descripción. Pero si dicho cupcake lo hago de tamaño XS, es decir, aproximadamente como un bombón y con un pequeño copete de crema, el resultado es todavía más lindo si cabe.

Para probar mi teoría, un buen día decidí elaborar unos mini-cupakes y llevarlos a la oficina para observar la repuesta de mis compañeros. Para ello elegí una base de bizcocho de chocolate intenso, que horneé en unas mini-cápsulas de color rojo. Una de las ventajas de este tamaño es que la misma cantidad de masa con la que obtenemos una media docena de cupcakes tamaño estándar, nos permite hacer cerca de 40 mini-magdalenas. Por lo tanto esta opción es estupenda cuando estamos interesados en hacer pequeños bocados para muchas personas, sin emplear toneladas de cápsulas y masa.
Para decorar mis pequeñas creaciones elaboré una crema de galletas. Para conseguir un sabor realmente auténtico, emplee Galletas María trituradas, que añadí una vez que la mantequilla, el azúcar glass y la pasta de vainilla estaban complemente integradas. Además de un sabor delicioso, las galletas aportan una textura granulada que recuerda a esa sensación crujiente que sentimos cuando las estamos tomando… a mi me recuerda a las meriendas de verano, sentada en torno a un gran vaso de leche fresquita y el tarro de las galletas… J
Finalmente, y para decorar los mini-cupcakes, empleé unas “mini-Oreo” y unas “mini-cookies de chocolate” un tanto monas que encontré en el supermercado. Estas pequeñas decoraciones pueden hacerse muy fácilmente en casa, pero en mi caso aquella tarde andaba algo justa de tiempo.


Sobre la reacción de mis compañeros hay mucho que contar. Podría describiros con pelos y señales la cara de las chicas; una mezcla entre gula, ansia causada por el dulce aroma que desprendían, pero al mismo tiempo un atisbo de pena por hincar el diente a algo tan pequeño,  bonito y delicado. Entre los chicos se extendieron frases como “¡Que mogollón! Así tenemos más para probar” o “Esto es muy pequeño ¿A cuántos tocamos casa uno?”.
En resumen puede decir que mis pequeñas creaciones encantaron a toda la oficina, todo el mundo quedó satisfecho y tanto chicos como chicas disfrutaron de lo lindo. Respecto a mí, me sentí orgullosa al ver sus caras, agradecí cada sonrisa y felicitación, pero por encima de todo, pude comprobar que mi ingeniosa pero absurda teoría del tamaño es totalmente CIERTA!

Espero que os haya gustado e inspirado el post de esta semana. Ya sabéis, elegid vuestra receta favorita y horneadla en tamaño pequeñito. Vuestros amigos y familiares quedaran gratamente sorprendidos a la par que “endulzados”.


Miles de besos :)


 

sábado, 16 de mayo de 2015

Mesa Dulce para la Comunión de Diego

Buenos días a tod@s!

Por fin tengo un ratito para descansar y sacar unos minutos de mi ajetreada y saturada rutina para escribir un post y actualizar mi querido blog. Cuando publiqué mi última receta los días todavía eran oscuros, las tardes algo más cortas y el tiempo algo fresquito. Sin embargo, tras unas largas vacaciones en la tierra del Sol Naciente, amanezco en una tierra llena de sol, colores y un tiempo primaveral o casi veraniego. Mis periplos por tierras Japonesas merecen un post independiente, ya que vuelvo cargada de experiencias, energía y muchas ideas reposteras un tanto exóticas. Además, hoy os traigo unas líneas muy muy interesantes.


Como os decía, la primavera nos ha inundado, el verano parece arañar días a las previsiones meteorológicas y la gente luce radiante y sonriente. ¿No os parece que este año el invierno ha sido algo más largo? A mí me ha parecido frío, oscuro y eterno… Los despertares en la más oscura de las madrugadas y las tardes cortas y lúgubres me han resultado pesadas; los días caían como losas en mi cabeza y mi corazón, y mi estado de ánimo no ha pasado por el mejor de los momentos. Sin embargo, mayo ha llegado y por fin la primavera se ha dejado caer por estas tierras. Paseo por la calle sin rumbo definido, dejando que los rayos del sol laman mi piel con delicadeza, el olor de las primeras flores inunda mis fosas nasales y mi sonrisa bobalicona no es capaz de apartarse de mi cara. Creo que volveré a escribir sobre la primavera, mi amor por las flores de colores y mi necesidad de absorber cada rayo de sol, cual planta en un invernadero. Sin embargo, mis reflexiones pretenden introducir el tema principal de mi post. Además de la llegada del buen tiempo, el mes de mayo es característico por una cosa: ¡queda inaugurada la temporada de comuniones y celebraciones varias!

Y por ello, hoy os traigo un precioso CandyBar o mesa dulce que organizamos para la comunión de Diego. Se trata de la última moda para acompañar una celebración, y por supuesto CandyParty ZGZ no podía quedarse rezagada.
La madre de Diego, Lucía, nos hizo varias peticiones especiales, además de definir la temática cromática conjunto. De esta forma, Isabel y yo nos pusimos manos a la obra para diseñar una mesa dulce, cargada de golosinas, repostería casera y basada en los colores BLANCO y ROJO. Como podéis ver las golosinas estaban presentes en la mesa, ya que hacen las delicias de todos los niños. Sin embargo, las colocamos en una disposición diferente, en forma de árboles de ChupaChups y Sugus. Son ideas sencillas, pero aporta originalidad al conjunto y hacen que el resultado sea mucho más “cuco”. Unas cestas y cuencos la mar de lindos hicieron el resto.





Como no podía ser de otra forma, la repostería casera debía estar presente en nuestra mesa, ya que es nuestra seña de identidad. Los muffins de chocolate con pepitas de chocolate negro hicieron las delicias de los invitados, tanto pequeños como adultos. Unas galletas en forma de piruleta despertaron más de una sonrisa entre los niños, pero los grandes protagonistas de la mesa fueron los cakepops. Se trata de un dulce algo laborioso, ya que requiere el horneado de las esferas de bizcocho, así como el baño de chocolate y la decoración. Sin embargo el resultado es muy bonito y delicioso. Estos pequeños bocados son perfectos para saciar un momento de gula incontrolada y los niños pueden comerlos con facilidad debido a los palitos y a su tamaño reducido. En nuestro caso, y para respetar la armonía cromática del conjunto, bañamos los bizcochitos de vainilla con chocolate negro y rojo. Unos sprinkles de colores adheridos a la cobertura caliente, aportaron alegría y dieron un aspecto precioso. Personalmente os recomiendo este dulce para acompañar meriendas o cumpleaños, ya que es una manera muy divertida y elegante de comer bizcocho. Los niños disfrutan por doquier y los adultos pueden permitirse un pequeño bocado sin preocuparse por las calorías!




Por supuesto, toda mesa dulce que se precie debe tener unas cookies de pepitas de chocolate, e Isabel es una experta en esta receta. El único inconveniente que tienen sus galletas es que soy totalmente incapaz de comerme solo una. Reconozco que resistí de forma casi sobrehumana mientras colocaba cada deliciosa galleta en su bandeja y finalmente conseguí… comerme solo una! 
Para que el resultado fuera perfecto, añadió un detalle muy especial; una "súper cookie-piruleta" especialmente pensada para el gran protagonista, Diego. 




















Finalmente, atendimos una petición diferente y preparamos una de nuestras especilidades más originales: los "bizcochitos en botes". En esta ocasión fueron horneados y decorados como los detalles para los invitados. De esta forma, cada asistente pudo llevarse a casa un recuerdo dulce de este día fantástico. 




Solo me queda dar las gracias a Lucía por confiar en nosotras para organizar este evento. Sabemos que tanto ella, como los invitados y especialmente Diego quedaron encantados con la mesa dulce y esperamos que piense en nosotras para futuras celebraciones. Como siempre, Isabel y yo disfrutamos de lo lindo endulzando las vidas de todos los asistentes! 

Espero que os haya gustado el post de esta semana. Nos vemos prontito :)

Besos dulces




 

 P.D. Isabel! No pensarías que iba a olvidarme de tí... Mil gracias por tus ideas, tu energía y tus dotes para la organización. No podría tener una compañera mejor :) Besitos


domingo, 22 de marzo de 2015

Post express y tarta Red Velvet con M&M

Buenos días a tod@s! 

Hoy os traigo un post rápido, escrito mientras viajo en el AVE camino de la maravillosa ciudad de Barcelona. Ojalá pudiera decir que se trata de un viaje de placer, pero una vez más y como ocurre en la mayor parte de las ocasiones, mi periplo por tierras catalanas tiene como objetivo una reunión de trabajo.

¿No os encanta viajar el tren? A mí me parece una de las mejores formas para viajar, ya que además de cómoda y rápida, me resulta totalmente encantadora. Cada vez que subo al tren me envuelve un aroma de nostalgia de tiempo pasados, incluso de experiencias no vividas, pero que vienen a mi mente cada vez que me acomodo en los mullidos asientos. Aventuras a bordo de vagones clásicos, con mobiliario de madera, molduras relucientes y el repetitivo traqueteo de una locomotora de vapor. ¿Quién no recuerda los asesinatos del Orient Express, los viajes pomposos y elegantes de las clases altas parisinas en la Europa del siglo XVIII o el vagón circense, mugriento y lleno de serpientes en el que se ve inmerso un joven Indiana Jones? El tren es un escenario clásico para contar historias, ya sean reales o ficticias, pero siempre cargadas de intriga, emociones y misticismo.
Personalmente todavía recuerdo con cariño los viajes que hacía de niña a Madrid para visitar a mi familia. Aquellos Talgos, no tan cómodos y rápidos como el actual AVE, me resultaban fascinantes, y recuerdo perfectamente la emoción de subir los altos escalones del vagón entremezclada con la espera de volver a ver a primos y abuelos a la llegada.
Bueno, tras este breve ensayo sobre las bondades de viajar en tren, os cuento rauda y veloz mi última receta-encargo. Esta vez no hay grandes innovaciones ni dosis de creatividad; de hecho hoy vuelvo a repetir la tarta de chocolate por excelencia entre mis amigos: RED VELVET.

No me gusta repetir recetas, pero esta vez creo que la ocasión lo merece y además me gustaría compartir con vosotros una decoración muy divertida, que puede resultar perfecta para una tarta de cumpleaños infantil.
Tras el éxito rotundo de mi primera RED VELVET, mi amigo Carlos volvió a encargarme otra tarta igual para su cumpleaños. Él adora el chocolate por encima de todas las cosas, hasta el punto que las excursiones al Pirineo Francés, concretamente a la localidad de Oloron, son de obligado cumplimiento varias veces al año. Y vosotros os preguntaréis la razón de esta extraña y repetitiva peregrinación… Podría deciros que somos grandes aficionados a la montaña, cosa que es totalmente cierta, pero la elección de este destino no es otra que visitar la fábrica de chocolate de Lindt para cargar el maletero del coche con kilos y kilos de bombones y tabletas de todos los porcentajes de cacao imaginables.

Pues bien, como no podía ser de otra forma, su tarta de cumpleaños fue una red velvet “súper chocolateada”, para lo cual incrementé ligeramente la cantidad de cacao puro en la masa del bizcocho. Como sabéis esta tarta suele ir acompañada por un frosting de queso crema, pero en está ocasión fue sustituido por la tradicional nata montada, un recurso siempre disponible y francamente delicioso. El resultado fue fantástico; la mezcla del sabor intenso del bizcocho junto con la suavidad de la nata, me recordaban a tarta Selva Negra, uno de los clásicos por excelencia en el mundillo repostero.
Como colofón a este encargo de cumpleaños chocolateado, y para hacer sonreír a ese “niño grande” que es nuestro Carlos, decoré la parte superior de tarta con M&M’s y crocanti de almendra en los laterales. Así conseguí dar un toque de color maravilloso, que además aportó mucha alegría al conjunto final y dio un “extra de chocolate”, nunca excesivo para el paladar de nuestro cumpleañero favorito.


Espero que os haya gustado este post “express”, escrito desde un tren y cargado de anécdotas, colorines y, por supuesto, mucho chocolate.

Besos! :)






domingo, 15 de marzo de 2015

Experimentado con merengue y tarta de plátano y chocolate

!Por fin tengo tiempo de colgar un post nuevo! Han sido unas semanas un tanto estresantes desde el punto de vista laboral; a lo que además tengo que añadir un fantástico constipado de esos que te dejan el cuerpo agotado y la cabeza llena de “mocos”.
Sin embargo hoy algo ha cambiado… Los antibióticos han ejercido por fin su poder curativo y diez horas de sueño reparador me han devuelto casi por completo las fuerzas perdidas. Al abrir los ojos, escurrirme con cuidado de la cama y acercarme al salón, he descubierto una soleada mañana de domingo. Todavía es temprano, no hay ruido en la calle y toda la casa desprende un maravilloso aroma de tranquilidad. Indudablemente trata de mi momento favorito para reflexionar, poner mi cerebro a trabajar y escribir unas líneas. De esta forma, cojo mi portátil, me acurruco entre los mullidos cojines del sillón y me pongo “manos a la obra”.


Hoy os traigo una tarta muy original y algo diferente en cuanto decoración se refiere.  La elaboré por encargo de mi amiga Marta para celebrar su cumpleaños con la familia.

Lo que me encanta de Marta es que se fía de mis excentricidades reposteras y me permite imaginar tartas divertidas casi con total libertad. En esta ocasión solo me puso dos condiciones: bizcocho de plátano y relleno con chocolate. Ciertamente acertó con la elección de los ingredientes principales, ya que el plátano marida especialmente bien con el chocolate, y cuanto más intenso, mucho mejor.
Como es habitual, en primer lugar me concentré en la elaboración de los bizcochos. Elegí la receta del bizcocho de yogur tradicional, ya que el resultado es muy esponjoso pero con la suficiente firmeza como para aguantar las capas superpuestas y el relleno de la tarta. Por supuesto, no podía olvidar al principal protagonista del encargo, por lo que introduje ligeros cambios en la receta original  y le añadí plátano machacado y una generosa ración de pepitas de chocolate.

Tengo que deciros que el resultado del bizcocho fue fabuloso. Durante el horneado la cocina quedó envuelta por un aroma a plátano y chocolate que hizo a mi estómago despertar y preguntar por la merienda!
Os animo a que hagáis este tipo de recetas que incorpora fruta fresca, ya que son ideales para merendar o desayunar, y no necesitan ningún tipo de relleno o crema para ser extraordinariamente jugosos y deliciosos. Pero recordad que en el caso del plátano debéis usar piezas muy maduras, puesto que en caso contrario no aportan tanto sabor al conjunto final. Por esta razón se trata de una opción buena para aprovechar esa fruta algo “pasada” que ya no apetece comer en estado crudo.

Una vez horneados los bizcochos, aproveché el tiempo de enfriamiento para hacer el relleno. En esta ocasión me apetecía huir de las cremas un tanto empalagosas de mantequilla, por lo que me decanté por una trufa. Os recuerdo que la segunda condición que Marta me impuso fue el relleno de chocolate, por lo que elegí una tableta con alto porcentaje de cacao y la derretí junto con nata de repostería (35% materia grasa). Una vez conseguida una crema perfectamente integrada y homogénea, la dejé enfriar unos 30 minutos en el frigorífico. Tras este tiempo de espera, solo hay que montar la crema de la misma forma que montamos una nata, es decir, con varillas y velocidad alta, hasta conseguir la textura tipo helado. Llegados a ese punto, la trufa adquiere un tono marrón más claro y una textura ligera, llena de aire, como si de nubes se tratase.



A continuación, solo queda montar y decorar la tarta. Para ello, colocamos la primera capa de bizcocho y vamos añadiendo la trufa entre cada capa.
Para la decoración exterior se me ocurrió una idea diferente, algo que no había probado hasta la fecha pero que resultó un éxito rotundo. No tenía claro como cubrir la tarta, ya que la mezcla de plátano y trufa es suficientemente potente por sí misma y no necesita una cobertura tipo ganache o crema de mantequilla para aportarle sabor o jugosidad.
Por esta razón decidí experimentar con el merengue italiano. Este fue la primera vez que empleé el merengue como cobertura y elemento decorativo, y sinceramente el resultado superó ampliamente mis expectativas.



Un par de detalles respecto del merengue. Existen varios tipos de merengue, cuya diferencia radica en la forma de combinar las claras y el azúcar. Si el objetivo es hacer una crema de cobertura, y más especialmente si pretendemos realizar algún tipo de decoración con manga, es importante elegir un merengue altamente estable. En mi caso, me decanté por el merengue italiano, cuya preparación se basa en agregar el azúcar en forma de almíbar hirviendo sobre las claras semi-montadas. Este proceso es delicado, ya que el almíbar debe añadirse en forma de hilo y evitar que entre en contacto con las varillas en movimiento. En caso contrario, el azúcar cristaliza y puede echar a perder toda la preparación. Yo os animo a que lo preparéis, ya que el resultado es una crema de un blanco increíblemente intenso y con brillo y una firmeza fantásticas.
Por último solo quiero recordaros que cuando empleéis claras de huevo crudas, es muy importante que estas sean pasteurizadas para evitar riesgos para la salud de vuestros invitados. Son muy fáciles de conseguir; las podéis encontrar en la zona de refrigerados de la mayoría de los supermercados y su precio es totalmente asequible.





Después de este pequeño consejo sobre manipulación de alimentos en repostería, os cuento como terminé mi tarta. Simplemente cubrí la tarta completa con una capa generosa de merengue y procedí a tostarlo ligeramente con el soplete. A continuación introduje el resto de la cobertura en una manga con boquilla de estrella abierta y decoré la parte superior con unas rosas grandes. Por supuesto, el toque de soplete no podía faltar también en las rosas, ya que aporta firmeza al acabado final y un aspecto muy bonito y elegante.


Para terminar y dar un toque divertido a todo el conjunto, coloqué unas cucharas de chocolate que hice yo misma con la ayuda de un molde de silicona.
¿Qué os parece el resultado final? En mi opinión es una de las tartas más bonitas que he hecho  hasta la fecha y ni que decir tiene que el sabor resultó espectacular. La intensidad de la mezcla de plátano y chocolate se equilibra a la perfección con la esponjosidad y ligereza del merengue… Sin lugar a dudas, se trata de una combinación que volverá a pisar mi cocina.

Feliz semana a tod@s!!





P.D. Muchas gracias Marti por permitirme experimentar y hacerme estos encargos tan divertidos.   :)