domingo, 30 de noviembre de 2014

Mercadillos de Navidad y CUPCAKES DE CERVEZA NEGRA

Hoy al despertarme he tenido una sensación especial. Podría ser debido a que no he amanecido en mi cama, sino en un acogedor hotelito de la ciudad de Wiesbaden. Mi trabajo me obliga a visitar esta zona de Alemania de cuando en cuando, y esta vez la ciudad me ha resultado gratamente agradable. Nada más pisar las baldosas heladas de la calle, un millón de olores han invadido mis fosas nasales. Wiesbaden en Noviembre huele a pretzel’s recién hechos, bollos de queso calentitos y  tazas humeantes de Glüwein; pero sobre todo, Alemania en Noviembre huele a… NAVIDAD!


 Una de las costumbres que más me gusta de nuestros colegas alemanes es lo sorprendentemente pronto que comienzan a festejar la Navidad. A partir de mediados de Noviembre las calles se tiñen de luces de colores, arboles cuajados de adornos brillantes ocupan todas las esquinas y no hay ventana que no regale una sonrisa hecha de espumillón y angelotes de mofletes sonrosados. Pero sin ninguna duda lo que adoro de estas fechas son los típicos Mercadillos de Navidad. Desde la imponente Frankfurt hasta la pintoresca Wiesbaden, pasando por Munich, Dresden o Dusseldorf, no hay localidad que no saque sus mejores galas para recibir a la Navidad y organizar los mejores mercadillos. 

 
Las calles y plazas se llenan de puestos en forma de casetas rústicas de madera, donde pueden encontrarse desde adornos tradicionales para colgar en los árboles, hasta personajes del Belén con todo lujo de detalles. Tiendas ambulantes repletas de velas aromáticas, esencias dulces de canela y almendras, té de los confines más alejados o velas fabricadas de forma artesanal… cientos de productos navideños inundan las calles. Y por supuesto, la gastronomía no pasa desapercibida. 

 
El contraste de olores resulta un tanto singular; por un lado los puestos de comida “salada” nos invitan a degustar todo tipo salchichas, pastel de patata y sopas de guisantes o lentejas. Los aromas del curry, el chili o la pimienta, maridan a la perfección con el fuerte olor del vino especiado caliente, o Glüwein. Sin embargo, únicamente con movernos unos pocos metros, la canela, el jengibre y el azúcar delatan una dulce sorpresa. Por supuesto, aquí comienza mi parte favorita del mercadillo, los puestos de dulces tradicionales navideños. Si en España rendimos merecido tributo al roscón, polvorones, alfajores y mazapanes, nuestros compatriotas europeos no se quedan atrás en absoluto. 


Las especialidades de repostería navideña son fabulosas, cargadas de sabor y llenas de contundentes ingredientes. Voy a comenzar por el “stollen”, un pan dulce y muy aromático, relleno de frutos secos y frutas confitadas; una rebanada resulta el acompañante perfecto de una taza de té. Las galletas también son deliciosas; las hay de muchos tipos y sabores, pero mis preferidas son las  “zimsterne”, aromatizadas con canela y bañadas con un glaseado blanco y espeso. Además su forma de estrella navideña las hace inconfundibles y muy llamativas. Y por supuesto no podemos olvidarnos del pan de jengibre o “Lebkuchen”, caracterizado por ser crujiente por fuera pero muy tierno en su interior y con un maravilloso toque picante que le proporciona la pimienta. Los puestos están repletos de estos panes con características formas de corazón, estrella y otros símbolos navideños como arbolillos, bastones y simpáticos hombrecitos. 
  

Como podéis ver aproveché mi noche libre para perderme entre luces, árboles decorados de forma suntuosa y ríos de gente comiendo y bebiendo. Saboreé los dulces más apetecibles, compré un adornito con forma de reno  para casa y tomé una buena taza de vino caliente, muy recomendable para combatir el frío invernal que ya se deja notar por el norte de Europa. 

Ya de vuelta a casa, decidí aportar mi pequeño granito de arena a la cultura navideña alemana, preparando unos cupcakes de chocolate y cerveza negra, acompañados por un frosting de queso especiado. 
Estos cupcakes son una excusa para homenajear los sabores que tanto adoro y al mismo tiempo hacer un regalo de cumpleaños a un amigo. 


La base de bizcocho es de chocolate, pero en su preparación se utiliza cerveza negra; en mi caso Guinness. Este ingrediente no debe apocar a nadie; el horneado elimina todo rastro de alcohol en la masa, por lo que es apropiada tanto para niños como para intolerantes a las bebidas alcohólicas. Además la cerveza acentúa increíblemente el sabor del cacao y le aporta unos aromas a café y regaliz fantásticos.
En esta ocasión no necesitamos bañar los bizcochos con almíbar o rellenarlos, ya que la receta da un resultado muy jugoso y esponjoso. Para la decoración me decanté por una crema de queso con unos toques de especias navideñas, como son la vainilla, el jengibre y el clavo Finalmente un poco de  nuez moscada espolvoreada y unos mini-pretzels, son el adorno final de unos cupcakes que recuerdan a las navidad en tierras alemanas y sus maravillosos mercadillos. 



Espero que os haya gustado y elijáis un fin de semana cualquiera para hacer una escapada dulce, salada, navideña… deliciosa!

Feliz semana :)

 


martes, 18 de noviembre de 2014

Ojeriza a los lunes, devoción por el café y TARTA PELOTA DE TENIS

Buenos días de comienzo de semana,
Hoy os traigo un post alegre y divertido, para animar algo el arranque de la semana, que siempre se hace tan “cuesta arriba”.

Reconozcámoslo, todos le tenemos ojeriza a los lunes. Se trata sin duda del peor día de la semana, probablemente por la combinación del primer madrugón y de la primera jornada laboral, ya sea fuera de casa, dedicada a las tareas domésticas o a los deberes estudiantiles.  Además con la llegada de los primeros fríos, todavía nos volvemos más perezosos. En mi caso la primera complicación de la mañana es, tras escuchar el sonido estridente del despertador y reprimir las ganas de arrojarlo por la ventana, el momento en que los dedillos de los pies asoman por debajo del esponjoso nórdico de plumas. Parece como si todo el calor concentrado debajo de esa nube suave y ligera que me acaricia, se escapase de forma repentina, salvaje, brusca, como se libera el agua aprisionada tras los gruesos muros de un embalse. Una vez superado ese momento crítico, me acurruco dentro de mi grueso albornoz y me arrastro, cual fantasma solitario por el pasillo, hasta la cocina. Todo es oscuridad, ensoñación, desolación por la ausencia del amanecer; el único rastro de luz es el débil tintineo que producen las luces de las farolas en los cristales de la terraza… si, el mundo se presenta amenazador, mi mente me pide a gritos volver a la cama y simular que todavía es domingo; hasta que un olor dulce y reconfortante emana de la cafetera. SI! Café, café, café!!! Fabuloso elixir parduzco, de sabor un tanto amargo pero que despierta mis neuronas a medida que lo noto discurrir por mi garganta. Mis sentidos se ponen alerta y el mundo empieza a tomar color, la noche es menos oscura y las luces de las farolas se me antojan ahora más hermosas, como estrellas atrapadas dentro de burbujas de cristal. ¿Qué os parece la descripción de mi veneración/adicción por el café? 


Además de espabilarme por las mañanas, creo que un buen café representa uno de los aromas más maravillosos que hay. Pero permitidme que reincida con rotundidad en la expresión buen café; no estamos hablando de un grano quemado, torrefacto y con un sabor, como diría mi hermano, “a cenicero”. Hablo del café natural, que desprende aromas tostados, con reminiscencias de madera e incluso con concierto aroma cítrico y a regaliz. Es algo fantástico y con muchas posibilidades dentro del mundo repostero. ¿Quién no ha probado los merenguitos de café de las pastelerías de toda la vida? ¿O la típica mousse de café de las cartas de postres de los restaurantes?  Son sabores básicos pero riquísimos, los cuales no debemos olvidar por muy creativos que queramos ser.



  














Enlazando con lo arriba mencionado y para ir “entrando en harina”, os diré que el fin de semana pasado entregamos un encargo un tanto especial, que en cierto modo, tiene al café como uno de los protagonistas. El sábado pasado fue el cumpleaños de Felipe, el hermano de mi compañero Gonzalo. Para celebrar una ocasión tan especial, nos encargó un tarta un tanto diferente. Me dieron bastante libertad en cuando a la elección de ingredientes, siempre que cumpliera dos condiciones indispensables: ser de chocolate y tener forma de pelota de tenis! “¿Cómo? ¿De pelota de tenis? ¿Y amarilla?” Esas fueron las palabras que acompañaron a mi cara sorprendida cuando Gonzalo me entregó una pelota de tenis real para que me inspirara. Pasado el primer minuto de sorpresa, comencé a desarrollar la idea y poco a poco la tarta-pelota-amarilla tomó cuerpo dentro de mi mente.


Las tartas redondas son siempre un reto muy divertido, y en esta ocasión decidí hacerla de bizcochos de chocolate y vainilla intercalados. Para dar mi toque personal al relleno, elaboré una crema de chocolate y, como no podría ser de otra forma, le añadí café. Como resultado obtuve una crema muy ligera, con un sabor realmente intenso a chocolate y un fondo de café que recuerda a esos fantásticos capuchinos que se pueden degustar en una buena cafetería.  Tras conformar la base de la pelota, llegó el momento de recubrirla con una cobertura de chocolate blanco teñida de un amarillo intenso… un tanto extravagante pero perfecta para nuestro encargo.





A continuación coloqué una tira fina de fondant blanco, para simular las costuras de las pelotas de tenis, y el nombre del cumpleañero de fondant negro como colofón. Para terminar teñí la crema de chocolate blanco sobrante de color  verde y apliqué la decoración final en parte inferior de la tarta cual porción de césped.




A Felipe le encantó su dulce regalo, y para mí fue un reto un tanto exigente pero muy divertido. Puedo decir que ya estoy preparada para dar el salto a otros deportes como fútbol o baloncesto!!


Feliz semana a todos :)



martes, 4 de noviembre de 2014

Resaca post-Halloween y dulces “de calendario”

 Como repostera aficionada reconozco que me encanta el hecho de que nuestras ricas tradiciones estén tan ligadas al mundo de la cocina, especialmente a la repostería. ¿Habéis caído en la cuenta de que cada día señalado del calendario tiene un dulce asociado? El Roscón de Reyes, los polvorones y mazapanes en Navidad, los huesos de santo y buñuelos de viento en Todos los Santos, el “cinco” en la Cincomarzada… 
La lista resulta interminable, aunque bien es cierto que las grandes cadenas de supermercados y panaderías se aprovechan de este hecho para incrementar nuestra vena consumista y generar nuevos bocados cargados de azúcar y crema pastelera. Yo soy de esas personas que se deja engatusar y, arrastrada por ese amor a los dulces, año tras año caigo en la tentación de los nuevos, y no tan nuevos, “postres de calendario”.


Teniendo en cuenta los antecedentes mencionados y mi ya reconocida adicción a hornear cupcakes de los colores más inesperados, estoy segura que os imagináis con facilidad a que he dedicado mi tiempo libre durante los últimos días. Efectivamente! Me he dedicado a preparar delicias para Halloween.

Sinceramente padezco una fantástica resaca post-Halloween… y no, no es debido al consumo de litros de alcohol durante una fiesta ataviada con un disfraz de momia, es una resaca repostera. He recibido multitud de encargos, los cuales me han venido “de miedo” para experimentar con frostings de sabores fantasmagóricos y crear decoraciones un tanto aterradoras. 

Esta celebración os puede parecer un tanto ajena a nuestras tradiciones, pero sin embargo tiene mucho más que ver con nuestras raíces de lo que se podría pensar. La fiesta como tal, en la que los niños disfrazados recorren las casas recolectando golosinas, la hemos heredado de nuestros colegas estadounidenses. Sin embargo ellos, con raíces holandesas y sajonas, la heredaron a su vez de los ancestrales cultos celtas a los muertos. Ciertamente no es necesario viajar tanto hacia nuestro pasado para  ver esta relación; hoy en día existen multitud de pueblos en el norte de España en los que la noche del día 31 de Octubre se celebran ritos y festividades tradicionales con un marcado culto a la figura de los ancestros y a la muerte. No espero dar ninguna clase magistral de historia, solo hago una pequeña reflexión acerca de lo lejanas que nos parecen ciertas celebraciones, y lo cercanas a nuestras raíces que están en realidad. 

Dicho esto, paso a relataros mis creaciones “aterradoras”. Comenzaremos por los cupcakes de brujas y telarañas. Los primeros son unos fantásticos cupcakes de chocolate intenso con una crema de canela cacahuete. Como no podía ser de otra forma, los teñí de color naranja y los adorné con unos sombreros de bruja de fondant. ¿No os resultan totalmente encantadores a la par de terroríficos? Hicieron las delicias de mis compañeros de trabajo y, debido a su éxito, tuve que volver a prepararlos para una cena familiar de mi amiga Marta. En esta ocasión, y por petición expresa de la anfitriona, sustituí la crema de cacahuete por otra de naranja; algo más ligera y refrescante. 
  


Para no encasillarme en el mundo del chocolate, y para convencer a todos los niños de lo deliciosas que son las frutas, mis segundos cupcakes son de base de plátano. Este bizcocho es uno de los más jugosos que conozco; además no es especialmente dulce y el plátano le confiere una textura y una humedad maravillosas. Para contrastar con el sabor natural de la fruta, elegí decorarlos con una crema de merengue suizo y unas telarañas de chocolate negro. 
No os dejéis asustar por el término “suizo”, ya que este merengue es muy sencillo de elaborar y tiene la gran ventaja de que emplea claras que se han calentado previamente con el azúcar. De esta forma se obtiene un acabado blanco y brillante, muy estable para decorar y que podéis conservar fuera del frigorífico. Por esta razón, estos cupcakes resultan ideales para llevarlos a la oficina o a una merienda fuera de casa. 








Como colofón a mi semana repostera, mi amiga y socia Isabel me encargó una tarta para su fiesta de Halloween. Se trata de una tarta o “layer cake” de bizcocho de vainilla, rellena con cremoso de café y chocolate. Como decoración elegí una crema de chocolate blanco teñido de un fabuloso tono naranja. La terminé con motivos de rosas, para que no perdiera esa elegancia que caracterizan todos los eventos de Isabel… incluidas las fiestas de disfraces más terroríficas! Teniendo en cuenta cierta información que ha llegado a mis oídos, que además incluye testimonio gráfico, la fiesta fue un éxito y tanto anfitriona  como invitados quedaron encantados con la tarta.




De momento esto ha sido todo respecto a “Dulces de Calendario-primera parte”. No os relajéis demasiado, ya que llega una época especialmente activa en cuanto a repostería se refiere y tengo la intención de regalaros más fascículos repletos de creaciones NAVIDEÑAS, llenas de colores, copos de nieve y árboles de navidad.

Feliz semana a tod@s!! :)

  



 P.D. Se de buena tinta que Isabel preparó unos cake-pops “de miedo” para su fiesta, de los cuales espero recibir fotos en los próximos días! :)