martes, 18 de noviembre de 2014

Ojeriza a los lunes, devoción por el café y TARTA PELOTA DE TENIS

Buenos días de comienzo de semana,
Hoy os traigo un post alegre y divertido, para animar algo el arranque de la semana, que siempre se hace tan “cuesta arriba”.

Reconozcámoslo, todos le tenemos ojeriza a los lunes. Se trata sin duda del peor día de la semana, probablemente por la combinación del primer madrugón y de la primera jornada laboral, ya sea fuera de casa, dedicada a las tareas domésticas o a los deberes estudiantiles.  Además con la llegada de los primeros fríos, todavía nos volvemos más perezosos. En mi caso la primera complicación de la mañana es, tras escuchar el sonido estridente del despertador y reprimir las ganas de arrojarlo por la ventana, el momento en que los dedillos de los pies asoman por debajo del esponjoso nórdico de plumas. Parece como si todo el calor concentrado debajo de esa nube suave y ligera que me acaricia, se escapase de forma repentina, salvaje, brusca, como se libera el agua aprisionada tras los gruesos muros de un embalse. Una vez superado ese momento crítico, me acurruco dentro de mi grueso albornoz y me arrastro, cual fantasma solitario por el pasillo, hasta la cocina. Todo es oscuridad, ensoñación, desolación por la ausencia del amanecer; el único rastro de luz es el débil tintineo que producen las luces de las farolas en los cristales de la terraza… si, el mundo se presenta amenazador, mi mente me pide a gritos volver a la cama y simular que todavía es domingo; hasta que un olor dulce y reconfortante emana de la cafetera. SI! Café, café, café!!! Fabuloso elixir parduzco, de sabor un tanto amargo pero que despierta mis neuronas a medida que lo noto discurrir por mi garganta. Mis sentidos se ponen alerta y el mundo empieza a tomar color, la noche es menos oscura y las luces de las farolas se me antojan ahora más hermosas, como estrellas atrapadas dentro de burbujas de cristal. ¿Qué os parece la descripción de mi veneración/adicción por el café? 


Además de espabilarme por las mañanas, creo que un buen café representa uno de los aromas más maravillosos que hay. Pero permitidme que reincida con rotundidad en la expresión buen café; no estamos hablando de un grano quemado, torrefacto y con un sabor, como diría mi hermano, “a cenicero”. Hablo del café natural, que desprende aromas tostados, con reminiscencias de madera e incluso con concierto aroma cítrico y a regaliz. Es algo fantástico y con muchas posibilidades dentro del mundo repostero. ¿Quién no ha probado los merenguitos de café de las pastelerías de toda la vida? ¿O la típica mousse de café de las cartas de postres de los restaurantes?  Son sabores básicos pero riquísimos, los cuales no debemos olvidar por muy creativos que queramos ser.



  














Enlazando con lo arriba mencionado y para ir “entrando en harina”, os diré que el fin de semana pasado entregamos un encargo un tanto especial, que en cierto modo, tiene al café como uno de los protagonistas. El sábado pasado fue el cumpleaños de Felipe, el hermano de mi compañero Gonzalo. Para celebrar una ocasión tan especial, nos encargó un tarta un tanto diferente. Me dieron bastante libertad en cuando a la elección de ingredientes, siempre que cumpliera dos condiciones indispensables: ser de chocolate y tener forma de pelota de tenis! “¿Cómo? ¿De pelota de tenis? ¿Y amarilla?” Esas fueron las palabras que acompañaron a mi cara sorprendida cuando Gonzalo me entregó una pelota de tenis real para que me inspirara. Pasado el primer minuto de sorpresa, comencé a desarrollar la idea y poco a poco la tarta-pelota-amarilla tomó cuerpo dentro de mi mente.


Las tartas redondas son siempre un reto muy divertido, y en esta ocasión decidí hacerla de bizcochos de chocolate y vainilla intercalados. Para dar mi toque personal al relleno, elaboré una crema de chocolate y, como no podría ser de otra forma, le añadí café. Como resultado obtuve una crema muy ligera, con un sabor realmente intenso a chocolate y un fondo de café que recuerda a esos fantásticos capuchinos que se pueden degustar en una buena cafetería.  Tras conformar la base de la pelota, llegó el momento de recubrirla con una cobertura de chocolate blanco teñida de un amarillo intenso… un tanto extravagante pero perfecta para nuestro encargo.





A continuación coloqué una tira fina de fondant blanco, para simular las costuras de las pelotas de tenis, y el nombre del cumpleañero de fondant negro como colofón. Para terminar teñí la crema de chocolate blanco sobrante de color  verde y apliqué la decoración final en parte inferior de la tarta cual porción de césped.




A Felipe le encantó su dulce regalo, y para mí fue un reto un tanto exigente pero muy divertido. Puedo decir que ya estoy preparada para dar el salto a otros deportes como fútbol o baloncesto!!


Feliz semana a todos :)



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Agradecemos tus comentarios! :)