miércoles, 15 de octubre de 2014

Reflexiones sobre globos de colores y CUPCAKES DE FRESA Y CHOCOLATE

Como toda “maña” que se precie me encantan las Fiestas del Pilar. Cada año, cuando se acerca el mes de octubre, empiezo a pensar en esta fecha tan señalada y especial que adorna el calendario de los aragoneses.
Ciertamente el programa de actividades es similar temporada tras temporada y quizás, debido a esta crisis nuestra que nos acompaña, la oferta festiva ha decaído algo y no hay tanta variedad como en tiempos más opulentos. Sin embargo, lo que nunca decae a pesar de los momentos duros, es el carácter de la gente y las ganas de echarse a la calle; llueva, haga viento o tengamos que apretarnos algo más el cinturón a final de mes.


En mi caso, lo que más me gusta de las fiestas es salir a la calle, sin destino claro, y pasear durante horas por la ciudad, asimilando los colores, los olores y el ambiente de felicidad que se respira por todos los rincones. Allá donde uno mire, el rojo y negro de los cachirulos se impone por encima de todos los colores, y los maños, ya sean “de la tierra” o foráneos, llevan con orgullo este símbolo zaragozano.
Este año el calendario de vacaciones no ha acompañado mucho, y nos ha tocado trabajar toda la semana mientras la ciudad se vestía de gala. Pero por fin ha llegado el sábado y he podido escaparme al centro, a sentir el ambiente festivo en todo su esplendor: gigantes y cabezudos, cachirulos por doquier, música en la calle, puestos callejeros de artesanía y gastronomía, y cientos de personas paseando y aprovechando los últimos coletazos de buen tiempo que nos da el otoño… una maravilla que me llena de alegría. 

Pero hay una cosa que adoro especialmente, algo simple, quizás absurdo, pero que cada vez que pasa a mi lado me transporta veinte años atrás, a una época en la que mi cabeza solo era ocupada por pensamientos dedicados a la alegría, la sencillez y los SUEÑOS. Se trata de los ramos de globos de helio… Si, esos enormes, llenos de colores y con las formas que hacen las delicias de los más pequeños de a familia. ¿No os resulta encantadora la sonrisa de una niña que contempla con ojos enormes y muy abiertos un globo-poni-unicornio de color rosa? Ambas miradas me resultan encantadoras; la de la niña, cargada de un deseo simple e irracional por las cosas bonitas, y la de su padre, algo aviesa pero llena de amor fraternal.
Padre e hija contemplando la escena; ella con un chándal rosa y una cola de caballo, y él con vaqueros y una camisa de cuadros… uno al lado del otro, cogidos de la mano y quietos, como ensimismados por el sinuoso baile de los globos al compás del viento. Ella pensando en cuanto desea abrazar uno de esos corazones rosas y él preguntándose si su pequeña tendrá un futuro que cumpla con todas sus expectativas… Esta tarde, veinte años después, ella con vestido y tacones y él con su camisa de cuadros y alguna cana más que antes, han vuelto a mirar los globos de colores con los mismos ojos. Alguna arruga adornaba sus miradas, pero eran brillantes, felices y cargadas de SUEÑOS; exactamente igual que antaño.




Para hacer sonreír a la niña que hay en mí; esa que adora el rosa, la fantasía y la purpurina, he preparado unos CUPCAKES ROSAS DE CHOCOLATE Y FRESA. Son un encargo para Inés y Celia, las hijas de un compañero del trabajo, por lo que me he inspirado en mis recueros infantiles para hacer algo realmente dulce y divertido. Espero que cuando los pruebe una amplia sonrisa inunde su rostro, la misma sonrisa que aparecía en el mío cuando abrazaba con fuerza un globo de colores.






Como no podría ser de otra forma, la base es de bizcocho de chocolate, ya que resulta infalible con los niños y con los “no tan niños”. A continuación he elaborado una crema de chocolate blanco y fresa; una de esas combinaciones de sabores que me evocan unicornios de colores, mariposas con alas brillantes y personajes de Walt Disney. 


Por supuesto, para hacerla tremendamente bonita y apetitosa para una niña, la teñí de color rosa chicle. Y para rematar estos cupcakes infantiles, los he decorado con corazones blancos de azúcar y unos botones de chocolate negro. Estos últimos los hice yo misma, empleando un molde de silicona que adquirí en mi última visita a Francia y sus maravillosas reposterías.
Tras terminar y analizar cuidadosamente el resultado, creo que estos cupcakes harán las delicias de todas las niñas, y tengo la impresión que sus padres tampoco quedarán decepcionados, ya sea por su sabor o por la mirada golosa que verán en sus hijas cuando prueben el primer bocado.  :)




Solo me queda desearos buena semana y recordaros que sonreír es gratis. Regalad sonrisas dulces a todas las personas que os rodean!!



P.D. Este post se lo dedico a mi padre, que me compraba globos de colores y me animaba a que persiguiera mis sueños. Gracias por enseñarme que soñar es una condición para ser feliz… Tu sombra y la mía siempre irán unidas por mucho que se alarguen. 

3 comentarios:

  1. Muy bonito y emocionante. Gracias por esos hermosos recuerdos, tan necesarios como los sueños. Espero que el día que celebremos tu cumpleaños hornees algo especial... si me permites una sugerencia, y ahora que hablamos de evocar momentos hermosos, intenta que tu próxima creación nos recuerde las montañas.
    Mi mejor abrazo.

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  2. Que bonito!!

    Ademas de excelente pastelera... escribe como los ángeles!

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